lunes, 22 de octubre de 2012

Caliza, cielo, verde y agua.


La mañana comienza con un cielo azul precioso y un sol que hace promesa de acompañarnos en toda la jornada. Ponemos dirección a Cangas de Onís y allí tomamos la carretera que va a Cabrales. A la altura de Mestas de Con tomamos una desviación a la derecha rumbo al pueblo de Gamoneu. Una carretera serpenteante nos acerca por un valle de un verde intenso cuajado de bosques de castaños , robles, nogales e higueras.
Hacemos una parada en un recodo del camino para recoger alguno de los maravillosos frutos que el bosque nos regala. El tamaño de las castañas recogidas son XXXL. Rápido llenamos unas cuantas bolsas que sin duda harán las delicias de las tardes de invierno.
Después de una comida en la que el único sonido existente era el mugido de unas vacas cercanas volvimos a la carretera para dirigir nuestros pasos hacia Cabrales.

A la salida de Carreña de Cabrales pudimos contemplar la majestuosidad del pico Urriellu. Imponente , altivo, arañando el cielo con su roca caliza. La luz era tan clara que parecía que casi podíamos tocarlo con la mano.
Arenas de Cabrales era todo un bullicio de gentes en movimiento. Montañeros por doquier nos daban idea de la actividad montañera que hay en la zona.

Tomamos en el medio del pueblo la desviación a la derecha dirección Poncebos.  El paisaje iba acompañado por el sonido de un agua de una transparencia casi irreal . Esto es debido a que el lecho del río es de roca caliza, por lo que el agua toma un tono difícil de describir.
Poncebos estaba especialmente tranquilo , sin demasiado ir y venir , quizás debido a que era pronto para que todas las personas que estuviesen haciendo la ruta del Cares  , la hubiesen finalizado.
Poncebos es el final de la ruta del Cares, que comienza en Posada de Valdeón y atraviesa el corazón de los Picos de Europa por la Garganta Divina.

Ya en Poncebos seguimos rumbo a Sotres.  La carretera  asciende  al lado del río, mientras vamos haciendo paradas para recoger nueces en los numerosos nogales que hay en la zona.
A medida que ascendemos va estrechandose el valle , hasta que las paredes de las montañas de ambos márgenes del río parecen querer rozarse. De repente la abundante vegetación desaparece para dejar paso a la abrupta roca caliza que es la reina indiscutible del paisaje. Pasamos al lado de Tielve y seguimos rumbo a Sotres. El pueblo nos recibe desde su balcón natural con el olor a leña característico de los primeros fríos otoñales. Poco a poco, el día se desliza para recibir a una noche que nos muestra una luna creciente,  que refleja los dorados rayos de un  sol que comienza ya a esconderse.

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